Hubo un verano, pude sentirlo.

Fue un verano íntimo, fue un verano donde no me acerqué mucho a lxs desconocidxs (2 meters distance), pero sí tuve esa sensación de aproximación (sobre todo de alma) con la gente que quiero. Fue íntimo, sentí mucho, compartí lo que sentí, me compartieron sus pensamientos, esos bien profundos. Será que este revuelo de virus nos hizo pensar a todxs.

Olí al protector solar y sonó la alarma del inicio del verano.

Aparecieron los primeros garabatos de crema mal puesta en la piel. Tengo una sombrilla que compramos en un viaje grupal y al final me la quedé yo.

Se me tapó la nariz y se me llenó de agua el tubo del snorkel. Creo haberme tragado un caracol, o un pulpo, o una medusa.

Hice la plancha y floté. Hicimos. Flotamos. Invité a hacer la plancha por la noche para ver estrellas, pero no nos animamos. El mar parece más malo por la noche.

La fruta estaba fresca y había agüita en el fondo de la neverita, sinónimo de hielo derretido.

También la marca en el hombro denotando la cantidad de comida y bebida, porque claro, siempre que hay encuentros, siempre, se come y se bebe.

Pedí que me acompañen a tocar la boya, y observamos como el fondo se iba alejando a nuestros pies, de blanco a negro. Profundo. 

Soy de los que se ofrece a inflar los inflables, siempre, no me cansa, como no me cansa nadar hasta la boya. Me duelen los cachetes y de tanto en tanto freno porque empiezo a marearme, pero siempre inflé hasta el final. Me da placer ver descansar a la gente en los inflables, disfrute señora, total no me cuesta inflar.

Nos costó encontrar parking para estacionar pues temporada alta. Este tópico que no te deja reposar del todo sobre la arena porque siempre estas pensando que quizás estacionaste en una zona no permitida. Para su alegría señora, el auto siempre estuvo allí. 

¿La gente en verano se ama más?


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